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Historia de Roma
Roma, la "Ciudad Eterna"... con sus 2700 años de historia, el apodo le va perfectamente. Desde su fundación conoció períodos de crecimiento, esplendor, corrupción, decadencia, resurgimiento... Aquí le ofrecemos un resumen de su agitada historia.

Su legendario origen

La loba amamantando a Rómulo y Remo La leyenda cuenta que Roma fue fundada por Rómulo en el año 753 a.C. El y su hermano Remo, descendientes de troyanos, fueron abandonados de pequeños y sobrevivieron amamantados por una loba, hasta que alguien los recogió. Con el tiempo, Rómulo decidió fundar una ciudad en ese lugar.
Hasta allí la leyenda. Lo cierto es que fueron los etruscos quienes llegaron al Lacio, encontraron favorable la ubicación de la región, siete colinas junto al Tíber que permitía una rápida salida al mar, y unificaron las tribus que vivían allí -según hallazgos, desde el año 1000 a.C.-. Al principio el núcleo urbano se desarrolló en una de las colinas, el monte Palatino, que se levantaba en los pequeños pantanos del fondo del valle, y más tarde se extendió también por el Campidoglio, ocupando el valle interior que, una vez saneado, albergó los mercados (Foro Romano). Posteriormente, la ciudad ocupó las cimas, anchas y aplanadas, de las demás colinas (Quirinal, Viquial, Esquilino, Celio, Aventino). Organizaron sus habitantes en 4 barrios, construyeron una primera muralla en el siglo VIII a.C. y los primeros monumentos, como el templo de Júpiter capitolino, el templo de Vesta sobre el foro y el Gran Circo.
Roma era ya la ciudad más poderosa del Lacio cuando la monarquía etrusca, que se había vuelto corrupta y despótica, fue derrocada por la aristocracia allá por el año 509 a.C., instaurando un sistema de gobierno republicano.

La República

El gobierno reposaba en el equilibrio de los poderes, que se alcanzaba con el mutuo control por parte de las diferentes clases políticas: senadores, magistrados y el pueblo. Poco a poco la República Romana extendía su poder, y en menos de 40 años ya se había expandido hasta abarcar Sicilia, Macedonia, el Asia Menor, Africa del Norte y España. Cártago (cerca de la actual Túnez), declaró la guerra a Roma a la que consideró una amenaza; al final de las famosas Guerras Púnicas, Cártago fue derrotada y Roma consolidó el control de todo el Bajo Mediterráneo.
Desde el siglo II a.C. la sociedad romana sufrió numerosos cambios: se aceptó el divorcio, las mujeres podían poseer bienes y hasta se controlaban los nacimientos; el romano se hizo más fino, cultivado y se interesaba más a la vida pública. Pero los campesinos, empobrecidos y carecientes de los derechos de la aristocracia, se rebelaron. Fue la época de la revuelta del famoso esclavo Espartaco, que culminó con la caida de la República en el 71 a.C.
Para reconsolidarla, Crasus, Pompeo y César formaron un primer triunvirato.
César conquistó la Galia, Bretaña y los germanos mientras la anarquía amenazaba Roma. Al morir Crasus el triunvirato fue disuelto y Pompeo se proclamó rey. César, furioso, volvió a Roma con sus legiones y fue proclamado dictador en el año 49 a.C.. Pompeo huyó a Grecia y luego a Egipto, donde fue asesinado por su rey, Ptolomeo III, quien creyó atraer así los favores de César. Este efectivamente se interesó en este país, e hizo nombrar reina a Cleopatra, hermana de Ptolomeo.
Regresó a Roma para intentar restablecer el orden y dar algunos beneficios a las clases bajas. Cuando en el 44 a.C. fue nombrado dictador vitalicio, fue asesinado por una conspiración en la que participó su propio hijo adoptivo, Brutus.

El Imperio Romano

A la muerte de César, su sobrino Octavio fue quien se impuso. Aliado a Marco Antonio, oficial de César, y Lépido, maestro de caballería, se repartieron el mundo romano. Marco Antonio, enamorado de Cleopatra, le dio todas sus posesiones y alimentó la ambición de crear un gran imperio cosmopolita. El Occidente romano vio en ello una amenaza, y Octavio debió combatir a Marco Antonio, quien finalmente se dio muerte creyendo en el anuncio de que Cleopatra se había suicidado. Depuesto Lépido en el 38 a.C., Octavio fue el rey.

El Primer Imperio, Nerón y la Era Cristiana

Octavio consiguió unificar y pacificar el imperio y fue nombrado "augusto". Durante sus 47 años de gobierno, el llamado "siglo de Augusto" significó el desarrollo de la literatura latina clásica: Virgilio, Tibulo, Ovidio, Tito-Livio... Fue también la época en que se definió el arte romano. La concentración urbana llevó a la construcción de edificios gigantescos (anfiteatros, termas, acueductos) y se multiplicaron los jardines y fuentes. Cada emperador quiso dejar su huella en la ciudad (Nerón construyó el Domus Aurea, Vespasiano el Coliseo, Trajano su columna, Adriano el Castillo de Sant'Angelo) y en sus ansias por superar a su antecesor, salpicaron Roma con la mayoría de las famosas construcciones que aún hoy en día se pueden ver.
Cómo llegaron los cristianos a Roma es algo que sólo se explica basándose en el dogma católico. Se dice que San Pedro habría llegado a Roma y se habría convertido en primer obispo antes de morir martirizado por Nerón en el año 64. Fue sepultado donde actualmente se levanta la basílica de San Pedro.
Nerón era bisnieto de Augusto. Era un déspota sanguinario y extravagante. Acusado de provocar el incendio de Roma del año 64, acusó a su vez a los cristianos, a quienes perseguía y ejecutaba. El descontento fue creciendo hasta que fue derrocado y posteriormente se suicidó.
Siguieron los años de oro del Imperio Romano hasta el año 192. Roma, en constante expansión, crecía urbana e intelectualmente, se volvió cosmopolita y políglota, y su Senado recibía elegidos de todos los rincones del imperio.
Los problemas llegaron durante el reinado de Marco Aurelio y el imperio decayó a causa de las invasiones bárbaras, problemas internos de sucesión, la guerra civil con revueltas de paisanos y las persecuciones religiosas contra los cristianos. Roma sufría nuevamente una crisis; saqueada, atacada por epidemias, casi despoblada...esta situación de decadencia continuó durante casi toda la edad Media.

El desarrollo del Cristianismo y la Iglesia al poder

Constantino I fue elegido primer emperador cristiano por sus legiones en Germania en el 306. En el 312, Constantino venció a Maxentio, emperador de Roma, y favoreció la religión cristiana. Al morir, Roma vio surgir las primeras basílicas: Santa Croce, Santa Maria Maggiore, San Pedro y San Sebastián datan de esta época, algunas construidas con donaciones del emperador. La primera basílica, al lado del palacio Letrán, fue sede del papado hasta 1304, cuando el papa Nicolás V la hizo trasladar al Vaticano. También hizo demoler la basílica de San Pedro, que Constantino había edificado sobre la supuesta tumba de aquel, para construir la actual, más acorde a los gustos arquitectónicos de la época.
El Cristianismo se expandió en el mundo greco-romano. Fue bajo el reinado de Teodoro el Grande (379-395) que se volvió religión oficial y Roma quedó así sometida al poder de la Iglesia. Los sucesivos emperadores prefirieron instalarse en otras ciudades, así que Roma era la ciudad de la aristocracia y el Papado. Constantino mismo en su momento había instalado la capital en Constantinopla.
En los años que siguieron, Roma sufrió sucesivas invasiones: los visigodos, los vándalos, los ostrogodos... no se pudo evitar el pillaje, tanto de los invasores como de los mismos romanos, pero al menos no hubo incendios masivos y la destrucción total que eran frecuentes en esos casos. Teodorico, rey de los godos, fue recibido como emperador por el Senado Romano, el pueblo y el papa Nº 51, Simaco, en el año 500.
En el 754, el papa Esteban II firmó un tratado con el rey francés Pipino el Breve, donde reivindicaba que Pipino era un enviado de Dios, y a cambio la Iglesia obtenía una parcela de tierra cerca de Roma. Esta alianza fue el comienzo del Sacro Imperio Romano, que ligaba la Iglesia al poder político. Vinieron las épocas del poder de la Iglesia y el oscurantismo, de la Inquisición y las Cruzadas. La Iglesia no seguía las ideas de los grandes pensadores romanos (Aristóteles, Ptolomeo, Erastótenes) y los geógrafos cristianos se consagraron en dar al mundo una visión teológicamente centrada en la doctrina de la Iglesia. Recién en 1378 se eligió nuevamente un papa en Roma: Urbano VI, y en 1427, Roma volvió a ser el centro de la cristiandad.

El Renacimiento

Pero paralelo a esto, Roma estaba viviendo un momento de florecimiento de las formas de expresión, por tantos siglos adormecidas. Era el "Renacimiento", que luego se extendería a toda Europa. Sin embargo, aunque la doctrina teocentrista cayó por tierra, la Iglesia conservó su poder y su peso. Así, en 1447, con la elección del papa Nicolas V (Tomás de Sarzana) Roma recobró su esplendor, y numerosos palacios y monumentos fueron construidos por iniciativa del papa. El plan de Sixto V de 1585 contemplaba una serie de arterias rectilíneas que irradiaban desde la Basílica de Santa María Mayor, y pese a no haber sido plenamente realizado, continúa siendo la base de la red central de las vías de Roma. Con la ayuda de algunos de los más grandes artistas italianos (como Rafael, Bernini, Borromini) y con sus adinerados mecenas (como los Médicis, los Farnese y los Borghese), el pontificado transformó Roma en el Renacimiento y el Barroco, con sus plazas, sus iglesias y sus fuentes que peregrinos de todas partes venían a admirar.
Sin embargo, ese florecimiento artístico no era tal en los aspectos económicos y políticos del país. Francia, Austria y España aprovecharon la debilidad romana para perpetrar diversas ocupaciones, con lo cual la construcción en la ciudad se vio paralizada.

Los sueños de libertad

Después de la revolución francesa, Napoleón Bonaparte ocupó Roma, la ciudad fue pillada, la milenaria autoridad papal, ridiculizada, lo cual motivó en los romanos un sentimiento nacionalista y republicano que culminó en la rebelión.
Ese sentimiento se intensificó cuando Italia pasó a manos de Austria en 1814, por el Tratado de París. Los verdaderos protagonistas de la lucha por la unificación de Italia fueron Cavour y Garibaldi. Así, con la ayuda de las tropas de Napoleón III, Garibaldi recuperó tierras a los austríacos a cambio de ceder algunas a Francia. Sin embargo, pese a que en 1861 Italia había logrado unificarse, aún quedaba el problema de Roma que seguía bajo el dominio francés y de los papas.
Roma sólo se unió a la joven Italia en 1870, cuando cayó el imperio francés y las tropas pontificias, compuestas por franceses, bajaron las armas. Entonces Roma cobró vida; el enorme incremento poblacional obligaba a la ejecución de planes de urbanización. Entre ellos hubo uno que no llegó a concretarse, consistente en construir una nueva Roma, en el monte Mario, con el objeto de respetar el patrimonio arqueológico y artístico. Entonces se comenzaron a ocupar los espacios que aún quedaban libres en las calles renacentistas con modernas construcciones de planta rectangular, superponiendo pesadamente elementos modernos a lo antiguo. La ciudad se expandía más allá de sus murallas.
Tras una crisis de construcción entre 1885 y 1895 devino un desorden urbanístico que un nuevo plan en 1908 no logró solucionar.

El siglo XX

En 1929, Benito Mussolini, con el acuerdo de Letrán, propuso al papa un acto conocido como Ley de Garantías Papales. Italia reconocería la idea de una Iglesia libre en un estado libre, la figura del papa como sagrada, le asignaría una suma de dinero anual, le otorgaba el Vaticano, el Palacio de Letrán y la ciudad de Castel Gandolfo.
Durante el mandato de Mussolini, Roma se contagió de un aire fascista. Se abrieron amplios bulevares y la arquitectura se tornó suntuosa. Mussolini y sus Camisas Negras dieron la ilusión de una aparente prosperidad sobre todo a los pequeños burgueses. Rechazado por las democracias occidentales, buscó el apoyo de Hitler y la ocupación alemana fue inminente. Roma fue duramente tocada tras el asalto de los ingleses y los norteamericanos.
Con el plan de 1931 se quiso eliminar la concentración de tráfico en el núcleo central y se trató de realzar, con grandes demoliciones, los aspectos arqueológicos y artísticos de la ciudad, incorporándolos a la construcción moderna. El polémico barrio del EUR (proyectado modernamente para la exposición universal de 1.942) constituyó un nuevo polo de atracción urbanística y dio muestras de su función descentralizadora en relación con la aglomeración principal.
La ciudad se embelleció con grandes parques como Pincio, Villa Sciarra, Villa Borghese, Villa Glori, Villa Torlonia, Villa Doria-Pamphili, del Aventino, de Porta Capena, y otros, que de todas maneras resultan insuficientes; la superficie verde es de unos 2 m² por habitante.
En el 2000, el Año del Jubileo, más de 16 millones de turistas llegaron a Roma, con lo cual la ciudad se decidió a limpiar su fachada y se invirtieron millones de euros en su restauración.


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